El fenómeno que preocupa particularmente al partido de Morales es el desprendimiento de la población aimara que habita la región de La Paz y que dio un importante apoyo a Arce en las presidenciales. En cambio, en estas elecciones y en las del 7 de marzo, los aimaras –especialmente los que viven en El Alto, la ciudad de inmigrantes que colinda con la capital boliviana– se inclinaron por candidatos de la agrupación Jallalla: Eva Copa, que fue presidenta del Senado por el MAS, rompió con este en vísperas de las elecciones y se convirtió, con un respaldo abrumador del electorado, en alcaldesa de El Alto. Y el indianista radical Santos Quispe, que acaba de ganar la Gobernación de La Paz a uno de los nuevos valores oficialistas, Franklin Flores. Quispe llegó a su puesto “por herencia”. El candidato original, un legendario líder indianista, era su padre. Este falleció de un infarto en plena campaña, cuando las encuestas lo apuntaban como el favorito. Su agrupación decidió sustituirlo por su descendiente para mantener la influencia de su figura sobre los resultados. Así logró meterse en la segunda vuelta, en la que sumó su propia votación, mayoritariamente indígena, con la de los sectores urbanos anti-MAS.

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